Desierto a la deriva

Cualquiera pensaría
en la crueldad del páramo,
en sus tornados de arena,
en sus oasis estériles.

Pero el desierto 
siempre está
a merced del tiempo.

Anhela el beso 
del manto azul
con tantas oportunidades
como estrellas.

Suplica por una gota;
suspiro, sangre, alma,
que llene el vacío
de sus cegadores días.

Enloquece con las nubes,
inalcanzables danzantes,
con rumbo fijo y perpetuo. 

Ya no tiene
de qué hablar 
con el silencio.

Es un erial
inamovible
víctima eterna
de sus cambiantes dunas.

El desierto
se ha descubierto
a la deriva.

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